sábado, 25 de julio de 2009

¡¡¡¿¿¿LEPROSO YO???!!!


“Portillo, ven quiero hablar contigo”, me dijo el Hermano Director del Liceo San Luis de Santa Ana. “Tienes que hacer algo con tu cara, no puedes seguir así. Te lo digo por tu propio bien, pareces leproso”

Cuando tenía 13 años y me encontraba con la familia vacacionando en la playa, noté que en mi cara había aparecido un puntito rojo...Años después se dio la conversación anterior. No me sentí muy agraviado porque en cierta forma no valoraba mucho el comentario del Hermano Marista. Hasta el día de hoy, sigo pensando que el lo hizo con buena intención, pero la forma fue muy incorrecta. Cuando lo comenté en casa, fue la única vez en que vi a mi papa indignado.

Mi acné fue extremadamente agresivo. Los compañeros de colegio eran muy duros en sus bromas. Una vez andábamos de excursión y había una discusión interesante y para querer ser parte del grupo quise agregar un comentario oportuno que yo creía me haría sobresalir con mis compañeros, pero la respuesta que tuve fue que otro compañero que siempre era el alma de las fiestas, se rió y dijo: “Miren lo que dice “El Bonito”…hey Bonito vení para acá”…todos se rieron y alabaron el ingenioso y oportuno comentario del compañero.

Hasta cierto punto empecé a caminar mirando para el suelo, porque desafortunadamente me topaba con las miradas de la gente que veía mi cara y no podían evitar hacer un gesto de asco o de admiración. Mi madre se tomó muy en serio esta enfermedad que ella sufría a voz audible mientras yo lo hacía en silencio. Tanto era el trauma que me acuerdo que una noche llego el Dr. Grimaldi, el mejor amigo de mi papa y el mejor pediatra de El Salvador. El había pasado por la pérdida de su hijo y nuera en un accidente automovilístico viniendo de Guatemala y decía: “Prefiero una tonelada de acné mil veces”….era muy grafico pero el mensaje era claro, aunque mi mama no se confortó con su respuesta. Visite muchos dermatólogos y después de dolorosos “peelings” e innumerables pomadas y lociones mi cara seguía teniendo el mismo aspecto.

En grupos de oración, oraban por mi y muchos dijeron: “El Señor lo va a curar, no necesita la medicina”…pues esperé en Dios y ¿Qué creen? Nada paso. Fue una espera infructuosa…Hasta que una persona nos dijo que hay veces que Dios cura milagrosamente y hay veces que Dios utiliza instrumentos para hacer su obra. Jesús curó a Bartimeo de su ceguera solo dando su palabra. Y hubo otro ciego al que Dios ocupo tierra, escupió en ella haciendo lodo y se la untó en los ojos, luego le pidió que se fuera a lavar para después recobrar la vista. Jesús nos demuestra que El es suficientemente Dios para curar milagrosamente y que también es soberano para ocupar los instrumentos que El ha creado para sanar enfermedades…por ejemplo, los doctores. Los doctores no son dioses que curan, son simplemente instrumentos que Dios usa.

Al tiempo, Dios mandó a un instrumento llamado Dr. Llerena y en cuestión de dos semanas, el acné había desaparecido. Lo que aprendí es que aunque no hubo sanidad milagrosa, fue Dios quien me sanó en su tiempo. Y lo mas hermoso es que esa época de mi vida la recuerdo con mucha alegría, porque la prueba que Dios mandó no fue lo suficientemente fuerte para que yo no disfrutara de todas las demás bendiciones que El me regalaba cada día…Desafortunadamente, el Hermano Marista fue trasladado y nunca vio que mi lepra se había curado.

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