domingo, 25 de octubre de 2009

EPIFISITIS AGUDA


Yo tenía 7 años cuando Miguel se paró enfrente a la pelota para disparar un penalty en la cancha del fondo del Liceo San Luis de Santa Ana. Cuando menos lo sentí, volé por los aires hacia la derecha y con las yemas de los dedos de ambas manos desvié el balón…cuando caí, me hice la primera de una infinidad de raspaduras en las rodillas. Ambas rodillas tenían una línea horizontal roja de la cual goteaba sangre mezclada con piedritas…pero no importo, ¡¡¡Detuve el penalty!!!

No me acuerdo como fue que yo llegue a parar en la portería, pero por un par de años fui el portero del grado. Posteriormente, debido a que jugábamos día y noche, en cada recreo u hora deportiva, me fui alejando de la portería y me convertí en delantero. Era la época en que todavía se jugaban con tres delanteros natos y por supuesto, podía ver cada domingo a Jorge “Mágico” González. El driblar era algo mandatario si uno debía de jugar.

Me olvide de la portería porque era muy bueno para driblar, la agilidad que tenía era agradablemente pasmosa. Me encantaba agarrar línea de fondo y cuando un rival se acercaba simplemente adelantaba el balón, saltaba acrobáticamente encima de su pierna y corría hasta la portería contraria. No había cable, no había mucha televisión, la radios juveniles eran un mito…solo tenía el futbol y lo gozaba.

Cuando cumplí los 12 años empecé a notar que las rodillas me dolían cada vez que subía gradas, y especialmente después de jugar, me quedaba un dolor constante que no soportaba hasta que tenía que tomar un desinflamante. Mis papas me llevaron al doctor y me tomaron radiografías. “El niño tiene Epifisitis Aguda Pimpita” le dijo el Dr. Reyna a mi mama….OK dije, que debo de tomar, pensé... “No se preocupe Pimpita, solo debe de reposar por ocho meses y el solo sanara”…. ¿Reposar? ¿Ocho Meses? ¿¿¿Y que de mi carrera como futbolista???

La epifisitis aguda dicen que es una enfermedad que da una en un millón…Creo que con esto ya estoy cubierto que no me voy a ganar la lotería nunca. Esta enfermedad consiste en que debido al crecimiento, un hueso de la rodilla (en este caso, ambas rodillas) se quiebra sin ningún motivo aparente…o por lo menos yo no lo tuve. Hay que esperar a que ese hueso vuelva a crecer. Fue duro para mi ver jugar y yo no poder hacerlo….y por eso varias veces me arriesgué y jugué futbol…pero al final del juego cuando el cuerpo se enfriaba el dolor de rodillas era insoportable….hasta la fecha ese dolor todavía lo recuerdo. Al pasar un poco más de 8 meses, volví a jugar y nunca más fui el mismo de antes. Ya no pude driblar…y deje de ser el gran delantero que era. Eso fue frustrante, porque además los compañeros se burlaban de mí.

Pero Dios tenía un propósito. Volví a jugar de portero y la habilidad que obtuve durante los años hizo que mucha gente me preguntara si había jugado en liga mayor o algo así. La portería es la posición mas ingrata…todos pueden fallar, menos el portero. Gracias a esto a todos lados que he ido a trabajar, he sido el portero titular de los torneos empresariales, y de los campeonatos que hacíamos con amigos.

Recientemente yo le preguntaba a Dios: ¿Cuál es la razón para que yo juegue así? Si ni siquiera me gano la vida con esto y no hay ningún provecho espiritual en ello. Hasta que un día, jugando en un campeonato, un jugador recibió una pelota en bolea y yo pude, en mi mente, saber que la iba a parar….y de hecho así fue, hice una parada de escándalo que toda la gente que estaba en el complejo deportivo se paro a aplaudirme...toda mi humildad desapareció en ese momento. Al final, el capitán del equipo contrario me felicito y yo tratando de disimular mi falsa humildad le dije que no era nada…. “No, como no…Es que a usted Dios lo cuida” me respondió. Fue algo que me hizo click, y es que si yo juego, no juego para mí ni para los demás, juego para glorificar a Dios quien me dió esta habilidad que todavía a mis primaverales 41 años puedo seguir disfrutando

Si no hubiera tenido epifisitis, posiblemente hubiera seguido jugando de delantero y hace 8 años que hubiera dejado de jugar…pero de portero, se tiene mas longevidad para jugar ya que es un puesto casi estático, y por eso, todavía sigo practicando y disfrutando de lo que a mi tanto me gusta, rodeado de chavales veinteañeros…Dios me regalo esa enfermedad para que hasta hoy, yo siga jugando y a un buen nivel para seguir jugando al futbol…Al final, siempre hay un propósito, no importa ni lo superfluo que sea la situación.

Lo único que me da sentimiento es que tanto mis padres como mis hermanos nunca me han visto jugar…pero mi hijo si…Dios sabrá por que.

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