Ananías salió temprano aquella mañana de su casa para
dirigirse a visitar a algunos hermanos antes de empezar sus tareas cotidianas. Ananías
era un sacerdote de la Iglesia de Damasco y siempre le gustaba ayudar a toda la
gente, él era reconocido como un hombre piadoso de la Ley y muy querido en la
comunidad. Ananías tenía una característica más: Era un discípulo del Señor
Jesucristo y era usado poderosamente por Dios.
En el mismo momento Saulo de Tarso, uno de los más grandes
Fariseos de la época y muy celoso de su religión, se dirigía a Damasco porque
estaba autorizado a desenmascarar a los seguidores de ese tal Jesús de Nazaret
que sus discípulos habían inventado la fanática historia de que había resucitado.
¿Cómo podían estas personas creer en alguien que se hacía semejante a Dios? Simplemente
creer en eso era suficiente para exterminarlos.
Casi llegando a Damasco, Saulo es golpeado por una luz más
resplandeciente que el propio sol de mediodía. Tal es el impacto que cae al
suelo. Saulo nunca había experimentado tal situación. Se sentía fuera de
control, aturdido y lo peor es que no podía ver a la gente que lo acompañaba.
De repente oyó una voz que le decía “Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues?” Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo “Yo soy Jesús, a quien tú
persigues”; Saulo temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?
Y el Señor le dijo “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes
hacer” Sus hombres lo ayudaron y entró a la ciudad.
Al tercer día, Saulo seguía sin tener respuestas a sus
inquietudes. Se había hospedado donde un tal Judas que vivía el calle llamada
Derecha. Mientras tanto Ananías estaba ministrando en su iglesia cuando el
Señor le dijo en visión “Ananías”. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el
Señor le dijo “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa
de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto
en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para
que recobre la vista” Este pedido preocupo a Ananías. El conocía muy bien las
atrocidades que Saulo había hecho contra todo seguidor de Jesucristo, y él era
uno de ellos.
La preocupación de Ananías era, humanamente, entendible. Sus
cuestionamientos internos pueden haber sido los siguientes:
1.
¿Cómo
un hombre tan celoso de su religión iba a cambiar de la noche a la mañana?
2.
¿Puede
este hombre estar fingiendo y solo espera que llegue para matarme?
3.
¿Qué
dirán los demás hermanos si me ven departiendo con Saulo?
4.
¿Volverán
mis hermanos a confiar en mí?
Sabemos que nada de esto paso, y Saulo se convirtió en Pablo,
uno de los instrumentos más poderosos que el Señor utilizó para llevar el
Evangelio a todo el mundo fuera del judaísmo. Pero el punto más importante aquí
es que Ananías inicialmente no descansó en Dios. Él se preocupó en sobre manera
por algo que Dios ya había solucionado. Dios ya había convertido a Saulo quien
nunca más iba volver a ser el hombre que fue. Claro, Ananías no lo sabía, pero
su preocupación fue por gusto.
De igual manera, YO en primera persona, me preocupo por el
futuro. Es cierto que Ananías no tenía Twitter. Se imaginan un Tweet de una
agencia noticiosa diciendo:
“Saulo de Tarso, Gran Fariseo obtiene cartas para aprender y
ajusticiar seguidores de Jesús que viven en Damasco. Abro hilo…”
Es cierto. Con tanta información que recibimos cada minuto,
nuestra preocupación crece, pero nuestro Dios, es el mismo Dios de Ananías y de
igual manera, Dios ya tiene la solución a nuestro problema. Por eso yo no debo
de preocuparme si no que simplemente hacer lo que puedo hacer y de ahí en
adelante descansar en el Señor Jesús, que El ya soluciono mis problemas mucho
antes de la fundación del mundo.
Al final Ananías obedeció, y él fue una parte fundamental en
el crecimiento espiritual de Saulo, porque él se quedó en Damasco para recibir
palabra. Como ven, al final no preocuparse, si trae su recompensa.