jueves, 2 de abril de 2020

ANANÍAS SE PREOCUPO


Ananías salió temprano aquella mañana de su casa para dirigirse a visitar a algunos hermanos antes de empezar sus tareas cotidianas. Ananías era un sacerdote de la Iglesia de Damasco y siempre le gustaba ayudar a toda la gente, él era reconocido como un hombre piadoso de la Ley y muy querido en la comunidad. Ananías tenía una característica más: Era un discípulo del Señor Jesucristo y era usado poderosamente por Dios.

En el mismo momento Saulo de Tarso, uno de los más grandes Fariseos de la época y muy celoso de su religión, se dirigía a Damasco porque estaba autorizado a desenmascarar a los seguidores de ese tal Jesús de Nazaret que sus discípulos habían inventado la fanática historia de que había resucitado. ¿Cómo podían estas personas creer en alguien que se hacía semejante a Dios? Simplemente creer en eso era suficiente para exterminarlos.

Casi llegando a Damasco, Saulo es golpeado por una luz más resplandeciente que el propio sol de mediodía. Tal es el impacto que cae al suelo. Saulo nunca había experimentado tal situación. Se sentía fuera de control, aturdido y lo peor es que no podía ver a la gente que lo acompañaba.

De repente oyó una voz que le decía “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”; Saulo temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” Sus hombres lo ayudaron y entró a la ciudad.

Al tercer día, Saulo seguía sin tener respuestas a sus inquietudes. Se había hospedado donde un tal Judas que vivía el calle llamada Derecha. Mientras tanto Ananías estaba ministrando en su iglesia cuando el Señor le dijo en visión “Ananías”. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista” Este pedido preocupo a Ananías. El conocía muy bien las atrocidades que Saulo había hecho contra todo seguidor de Jesucristo, y él era uno de ellos.

La preocupación de Ananías era, humanamente, entendible. Sus cuestionamientos internos pueden haber sido los siguientes:
1.      ¿Cómo un hombre tan celoso de su religión iba a cambiar de la noche a la mañana?
2.      ¿Puede este hombre estar fingiendo y solo espera que llegue para matarme?
3.      ¿Qué dirán los demás hermanos si me ven departiendo con Saulo?
4.      ¿Volverán mis hermanos a confiar en mí?

Sabemos que nada de esto paso, y Saulo se convirtió en Pablo, uno de los instrumentos más poderosos que el Señor utilizó para llevar el Evangelio a todo el mundo fuera del judaísmo. Pero el punto más importante aquí es que Ananías inicialmente no descansó en Dios. Él se preocupó en sobre manera por algo que Dios ya había solucionado. Dios ya había convertido a Saulo quien nunca más iba volver a ser el hombre que fue. Claro, Ananías no lo sabía, pero su preocupación fue por gusto.

De igual manera, YO en primera persona, me preocupo por el futuro. Es cierto que Ananías no tenía Twitter. Se imaginan un Tweet de una agencia noticiosa diciendo:
“Saulo de Tarso, Gran Fariseo obtiene cartas para aprender y ajusticiar seguidores de Jesús que viven en Damasco. Abro hilo…”

Es cierto. Con tanta información que recibimos cada minuto, nuestra preocupación crece, pero nuestro Dios, es el mismo Dios de Ananías y de igual manera, Dios ya tiene la solución a nuestro problema. Por eso yo no debo de preocuparme si no que simplemente hacer lo que puedo hacer y de ahí en adelante descansar en el Señor Jesús, que El ya soluciono mis problemas mucho antes de la fundación del mundo.

Al final Ananías obedeció, y él fue una parte fundamental en el crecimiento espiritual de Saulo, porque él se quedó en Damasco para recibir palabra. Como ven, al final no preocuparse, si trae su recompensa.