viernes, 13 de agosto de 2010

BICENTENARIO


En honor al Bicentenario de la Independencia de México, me acordé que yo tengo pequeños pero muy significativos vícunlos ligados a la tierra mexicana

Allá por 1981 mi amigo Jaimito tuvo que emigrar hacia México debido a que su papá, Don Jaime, tuvo problemas con amenazas que recibía. Era la época de la guerra y Don Jaime no quiso arriesgar a su familia y tomo la difícil decisión de partir.

Pero la amistad no se apago y en aquellos primitivos tiempos ejercitábamos mas la caligrafía y nos mantuvimos en contacto por carta. Al tiempo y no me acuerdo exactamente como, salio la idea de que yo fuera a visitar a Jaimito al Distrito Federal. Pronto nos pusimos de acuerdo y a finales de julio de 1983 viajamos hacia México con mis simples y primaverales 15 años.

Al llegar, cometí mi primer error. Estaba haciendo cola en Migración. El oficial de inspección era un sujeto de unos 35 años, mediana estatura, regordete, tez morena y de bigote espeso, tipo Magnum. Debido a mi inexperiencia, cuando el oficial me pidió mi pasaporte, no tuve la delicadeza de entregársela en la mano si no que se la tire sobre la mesa. Nunca olvidare la mirada que este tipo me dio, lo que hizo que me diera cuenta de mi error del que me disculpe inmediatamente, aunque creo que no resolví mucho.

A la salida del aeropuerto me encontré a Jaimito y su papá que me estaban esperando y nos fuimos a su apartamento que curiosamente quedaba a un par de cuadras de Televisa San Ángel, aunque al único artista que pude ver cerca de ahí fue a Chicho de “Cachun Cachun”. Ahí me recibieron la mama de Jaimito, Silvia y sus hermanos Quique y Rafa de 8 y 6 años respectivamente. El apartamento era pequeño pero acogedor. Era la 1 de la tarde y yo tenía hambre pero tuve que ajustarme al primer cambio cultural: En México almuerzan a las 3 PM. Pero al final comimos, claro que si, unos tacos caseros hechos por Silvia.

El segundo día, Don Jaime nos dijo “Los voy a llevar a mi trabajo y después los voy a dejar en centro comercial” El bajó, mientras Jaimito y yo nos terminábamos de vestir. “Jaime Salvador apúrate” le urgía su mama. Cuando bajamos al parqueo, nos encontramos con Don Jaime subido a su Honda Civic 1980 y nos dijo en un tono algo fuerte “A mi la gente huev#$%^ me cae mal” arrancó el vehiculo y nos dejo ahí parados. “Ah chis”, pensé. ¿De verdad se fue y nos dejo? ¿Eso de gente huev#$%^ lo menciono por mi? Jaimito, resignadamente, solo me dijo “Subamos” y ahí empezamos a subir las escaleras cuando Silvia estaba hablando por teléfono con Don Jaime que le llamo desde la caseta de los apartamentos. Después de conversar un rato, ella lo convenció de llevarnos…al final, no me importaba ver México desde el balcón del apartamento.

El trabajaba en un almacén donde se vendían muebles y se ayudaba con ideas de diseño y decoración. “Miren niños, estos muebles han sido usados en las telenovelas” nos contó con mucho orgullo Don Jaime. Esa empresa lo que hacía era alquilarle los muebles a Televisa para usarlas en sus telenovelas y programas. Uno de los empleados se nos acercó y nos dijo “Miren chavos, este sofá es en el que Enrique Álvarez Félix embarazó a la Colorina” Jaimito y yo nos quedamos estupefactos y nos observamos con asombro y cierto temor al susodicho sofá. “Y la alfombra en la que están parados se uso cuando la Colorina le dijo a José Elías Moreno jr. que era su hijo” Ahhh, ahí si me sentí mas aliviado, porque estaba parado sobre uno de los testigos de los enigmas mas grandes del siglo XX ¡¡¡Quién era el hijo de la Colorina!!!

En México la pasamos de lo mejor. Fuimos a Chapultepec, nos montamos en el Metro, tuvimos que dar el respectivo y obligatorio paseo por la Basílica de la Virgencita de Guadalupe. Quede asombrado por la devoción de los mexicanos…aunque no la compartí. Ya en los últimos días, Jaimito y yo fuimos a Samborns porque me quería comprar un reloj bonito. Llegamos a la zona de la relojería y empecé a ver los relojes hasta que encontré uno que me gusto mucho, entonces le dije a la señorita que atendía “Este es el que me gusta” a lo que ella me respondió “Cállese, que ya lo atiendo”…Ehhh, me extraño su reacción, cuando me di vuelta y vi que a quien estaba atendiendo era ¡al mismísimo Profesor Jirafales! No me sentí agraviado, mas bien me sentí orgulloso que compre un reloj en el mismo lugar que el Profesor Jirafales lo hizo. Lo que no se es porque no le pedimos un autógrafo. La verdad que el tipo se miraba bastante serio y no fuera ser que empezara a gritar “¡Ta Ta Ta….Ta!”

Esta fue la primera vez que fui a México. La segunda fue por trabajo y la tercera fue cuando fuimos con mi esposa a Cancún para encargar a nuestro hijo Juan José. Muchos tienen sentimientos encontrados contra los mexicanos. El D.F. es una jungla de hierro en donde 20 millones de personas deben de encontrar la forma de cómo sobrevivir. Si es cierto que hay mexicanos que tratan de aprovecharse del extranjero y eso lo ven erróneamente como ser “avivados”, mi experiencia con los mexicanos ha sido diferente. He encontrado gente amable, orgullosa de su tierra y con tópicos de conversación muy interesantes. Así que me quedo con esto último y de que mi hijo es “cancunense”…Ahora, el viaje a Cancún, creo que merece un blog aparte.