Para empezar el nombre es “fello”, si con “ll”.
¿No pudieron inventarle un nombre más tropicalizado a nuestras necesidades?
Al principio no me llamo la atención, pero de
repente en mi trabajo los empleados empezaron a caer víctimas de esta
enfermedad como si fueran piezas de domino. Luego venían las historias de las
fuertes fiebres, los dolores musculares, ¡Hasta que no podían ni siquiera
levantarse para ir al baño!
Después vino la preocupación de que pasaría si
yo era víctima de esta terrible enfermedad. ¿Cómo se podría dejar el trabajo
tanto tiempo? Pero entonces me acorde cuando hace más o menos 20 años, me salió
un quiste sebáceo en el centro de la espalda y que tuvo que ser operado. En esta
ocasión fue operado por el Dr. Julio Mendoza.
El punto fue que el Dr. en toda su sabiduría me
dijo que me iba a dar 7 días de incapacidad a lo cual yo respondí que eso era
inaceptable, que como iba a dejar la Serviestacion en donde trabajaba tanto
tiempo, yo sentí que eso era irresponsable de mi parte al estar comprometido
con la empresa.
Me acuerdo que mi querido jefe Don Pedro Guerra
(http://conocealcreador.blogspot.com/2009/08/don-pedro-kike-y-la-cajera.html)
El me dijo “Mire ´mano´ si le dan unos días de
incapacidad pero si usted al tercer día se siente bien, vengase a darse una
vuelta”…Y el idiota de José Amílcar lo hizo. Llegue todavía con los puntos supurándome
en la espalda…¡¡¡pero lo hacía por la empresa!!! Un par de años después, cuando
decidieron recortar personal no se acordaron de eso y me despidieron. Desde entonces,
las incapacidades son sagradas.
Todo empezó la noche de un jueves cuando el
hombro me empezó a doler, claro como he sido un deportista de alto rendimiento,
varias veces me he lastimado ese hombro. Pero de repente me empezó a doler el
dedo y no me acordaba habérmelo doblado.
El viernes fui a trabajar con las mismas
dolencias pero no me preocupe mucho. No fue hasta las 2 pm que entonces me
dolían las rodillas para levantarme y empezaba a tener temperatura. En ese
momento me di cuenta que tenía la dichosa enfermedad. Cuando llegamos a la casa
con mi familia, eran las 5pm y casi me arrastré del carro para llegar a la casa
y ya tenía 38.7 grados de temperatura.
Me acuerdo que acostarme fue una de las
sensaciones más reconfortantes que he experimentado debido a lo fuerte que
ataca esta enfermedad a los músculos. Y de ahí no me pude volver a levantar. Para
ir a cenar, tanto mi esposa como mi hijo me ayudaron a levantarme. Ya parado no
hay mucho problema, siempre hay dolor pero el hecho de doblar las rodillas era imposible,
no había manera de que mis rodillas soportaran levantarme.
Afortunadamente mi esposa se entero de un “menjurje”
que decía que ayudaba a aliviar el dolor en las coyunturas. Es un té de hojas
de palo de mango, palitos de canela y pimienta gorda. Como alguien que no tiene
nada que perder, me tome ese té varias veces durante la siguiente hora y media.
Después de ese tiempo intente pararme y lo que no pude hacer antes, lo pude
hacer esta vez (como ir al baño, era una preocupación menos)…al final para mi,
ese menjurje me ayudo a aliviar un poco el dolor, no a quitármelo, pero si pude
valerme por mi mismo…pero faltaba lo mejor
En la noche de ese viernes me vino un fiebre
tan fuerte que hasta empezaba a medio delirar. Toda esa noche y parte de la
madrugada pasé con una toalla mojada para refrescarme la cabeza y la cara
debido a la alta temperatura que tuve. Nunca supe a cuanto llego la temperatura
porque no me la quise tomar. Lo que si se es que al día siguiente me sentía
bastante mejor y al tomarme la temperatura, el termómetro marcó 39.1 grados.
Ya lunes en adelante la fiebre mermo, pero el
famoso rash apareció hasta el jueves. Una semana después volví al trabajo pero
la sensación de debilidad y cierta depresión lo acompañan a uno por un tiempo
indeterminado. Al mes de haberme dado la enfermedad, un domingo me quise
levantar en la mañana de la cama y un terrible dolor en la rodilla derecha me
lo impidió, la famosa recaída me había alcanzado…nada que un buen menjurje no
pudiera aliviar.
Escribo esto porque he notado que solo las
personas que les ha dado esta enfermedad me entienden, con excepción de mi
esposa e hijo que vieron de primera mano lo interesante que me trato esta
enfermedad, que no se la deseo a nadie.
Muchas cosas se pueden aprender de esta
experiencia, pero la más valiosa vino de mi hijo de 10 años.
Estando postrado en la cama, el primer día de
la enfermedad y con una fiebre muy alta, mi hijo me dijo “Bueno, las fiebres
altas pueden ser mortales en adultos mayores”
En ese momento se me vinieron varios
pensamientos y preguntas en un segundo ¿Qué trata de decirme? ¿Me voy a morir
ya? ¿Soy un adulto mayor? Después de mi auto evaluación le pregunte “¿Crees que
me voy a morir?” El sencillamente me respondió “No, porque el Señor Jesús te va
a sanar” me dio un beso y se fue a ver “El Precio de la Historia”
Si siempre tuviera la fe de un niño…todo sería más
fácil.
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